viernes, 25 de abril de 2008

Perspectiva histórica y significación

En sus distintas vertientes, el gauchisme político y el mismo debate ideológico que siguió a la rebelión estudiantil y la huelga obrera, se diluyeron con relativa facilidad. Después de haber sido sobrevalorado, el izquierdismopos68 fue desconsiderado y casi denigrado. Eso mismo hizo que al filo de los años, al ritmo de la conmemoración, los sucesos de mayo continuaran siendo una fuente de controversia. Antiguos sesentayochistas justificaron su reconversión y losliberales recuperaron el acontecimiento en beneficio propio. El diálogo que mantuvo Luc Ferry —situado dentro de la tradición liberal— con Castoriadis a finales de los ochenta fue significativo al respecto. Introduce, por una parte, la perspectiva histórica en la lectura de los acontecimientos y sustrae, por otra, el debate del cuadro marxista-libertario en que había quedado inscrito el 68, lo que hace posible una interpretación del acontecimiento más abierta al pensamiento liberal.
Mayo del 68 fue para Luc Ferry un movimiento individualista situado a mitad de camino entre las grandes revoluciones del siglo xix y el nuevo individualismo de los años ochenta, de signo preferentemente narcisista. Los años ochenta se acercan así a la verdad del 68 y no supondrían tanto su fracaso más manifiesto —como otros vieron. El 68 constituye, en primer término, una repetición de esas revueltas o revoluciones que no llegan (de ahí su repetición) ni a romper el sistema que rechazan ni a consolidarlo, ni a inscribirse verdaderamente en formas institucionales nuevas.
Las dos características fundamentales del individualismo revolucionario son: igualdad contra jerarquía, libertad contra tradición (el individualismo apunta a la abolición de las tradiciones y las jerarquías en nombre de la igualdad y de la libertad entendida como autonomía). Y el 68 es precisamente eso —sostiene Ferry—: la protesta y rebeldía contra todo lo jerárquico y tradicional, es un movimiento antijerárquico y antitradicional. Aun reconociendo el carácter antijerárquico y antitradicional del 68, Castoriadis, uno de los raros intérpretes del 68 que ha sido profundamente fiel hasta su muerte a lo que ya dijo en 1968, define la principal oposición aeste planteamiento.
Para Castoriadis el movimiento del 68 tuvo un carácter más político que social. Después del 68, no era posible el regreso al individualismo liberal de la sociedad de consumo —afirmaba Castoriadis entonces en La breche—. La tranquilidad —el conformismo— de la sociedad capitalista y el crédito del gaullismo habían sido destruidos; los políticos de la izquierda tradicional, desplazados; las autoridades y los valores, a todos los niveles, habían sido denunciados y anulados. «Pasarán años antes de que la enorme brecha abierta en el edificio capitalista haya sido colmada —en el caso de que pueda serlo», concluía Castoriadis a finales de 1968. El horizonte que se dibujaba entonces ante sus ojos era la sociedad autogestionaria.
Para Luc Ferry Mayo 68 no fue un movimiento político que habría fracasado, sino un movimiento social que triunfó más allá incluso de lo previsible. Para Ferry lo esencial de mayo no reside en el contenido de las utopías gauchistes sino en las exigencias puras del individualismo democrático. Ésa es la razón por la que mayo del 68 no se encarnó políticamente sino socialmente, especialmente en la formidable liberación de las costumbres que se produjo. Ésa era la verdad de mayo: si era esencial para la Revolución Francesa encarnarse en la República, no lo era para mayo del 68 encarnarse en la autogestión.
Hay que notar que los planteamientos de Castoriadis y Ferry no son del todo excluyentes. El 68 aparece impregnado de un cierto relativismo, que no es sino una evolución posible del individualismo democrático, que viene a radicalizar el proceso de atomización de lo social. La ausencia de verdades madres favorece la disgregación de la comunidad. La crítica de las tradiciones hace aflorar como consecuencia una cultura de la autenticidad donde el ser uno mismo en su propia singularidad se convierte en el valor supremo. Frente a la norma exterior, sea cual sea, se reivindica el derecho a afirmar la diferencia, sea cual sea. Desde esta perspectiva, la expresión cuenta más que el contenido expresado, el hecho de tener opiniones más que las opiniones formuladas, y las normas de vocación universal desaparecen en beneficiode los particularismos.
Es la guerra contra la uniformización y la cosificación. Pero lo que se rompe en ese empeño no es solamente el tejido social, sino la posibilidad misma de comunicación en el espacio público, si se tiene en cuenta que los juegos de discusión no deben tener como simple objetivo la expresión de las opiniones sino su confrontación. Así —y por paradójico que pueda resultar respecto a la atmósfera vivida del 68— al conformismo derivado de los grandes dogmas ideológicos de la guerra fría y de su coexistencia pacifica con el crecimiento económico, se opone un relativismo que acabará generando un nuevo conformismo, una nueva actitud conformista: la instalación en el presente sin mayores expectativas de futuro. El sentimiento sustituye a la razón. El sentimiento que activa la imaginación, sí, pero que finaliza por arrumbarla utopía entendida como exaltación del poder transformador de la razón. La obra,las consecuencias del 68 se vuelven así a la postre contra la doctrina del profetaMarcuse.
Desde esta perspectiva no tiene excesivo sentido la discusión sobre las fuentes intelectuales del 68. Seria falaz establecer un vínculo entre los acontecimientos y una constelación de intelectuales en el fondo extraña a esos hechos como Althusser, Bourdieu, Lacan, Foucault, Derrida o Deleuze. Castoriadis subrayó a finales de los ochenta este aspecto por más que Luc Ferry no haya dejado de precisar el pensamiento del 68, la relación de esos autores con el movimiento, aunque sin pretender establecer un vinculo de naturaleza causal (38). Mucho antes que con la filosofía, se puede establecer una relación entre el cine y el 68.
Régis Debray —alumno de Althusser, guerrillero del Che y en los noventa colaborador de Mitterrand— anunciaba antes del 68: «después de los antiguos de Verdun, Mathausen e Indochina, nosotros seremos los excombatientes de la Filmoteca». «El dolor que sufrimos permanece en el cine y, por tanto, en silencio», manifestaba a su vez Godard. El cine ha sido el reino de este mundo para una generación. Un mundo más real que el discurso de los políticos, que la crítica de la oposición. La ficción del cine se antojaba terriblemente verdadera. El gran ojo del cine —había sentado Morin— eleva lo real e irreal, el presente y lo vivido, el recuerdo y el sueño, a un mismo nivel, el nivel del imaginario, tan mitómano como lúcido (39). El cinefue un consuelo mayor, a la espera de la revolución.
Malraux, en aquella conversación que mantuvo con Max Torres durante los sucesos de mayo, comentó: esto del 68 no es una revolución, las revoluciones no se hacen con imaginación sino con organización y con armas; esto es una película o, más bien, el ensayo general para una película.
El 68 fue, es verdad, una generación de izquierdistas cinefilos.
SÁNCHEZ-PRIETO, J.M., (2001): “La Historia Imposible del Mayo Francés”. Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), nº112

http://loqueremostodo.wordpress.com/2008/03/31/perspectiva-historica-y-significacion/

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