El 68 inspira un respeto distante”Kathya Millares El Universal Miércoles 26 de marzo de 2008Para Monsiváis, el movimiento estudiantil es para los jóvenes “un legado de sus padres y abuelos” y ejemplo de resistencia pacíficacultura@eluniversal.com.mxJim Morrison cantaba “Hello, I love you”, mientras las bombas explotaban en Vietnam. La píldora anticonceptiva tenía casi 10 años circulando y el papa Paulo VI condenaba “el uso de medios directamente contrarios a la fecundación”. Era 1968, el año de los contrastes.El 12 de octubre de ese mismo año se inauguraban las olimpiadas en México, mientras aún estaban en el aire de la capital los reclamos por la matanza de estudiantes en la plaza de Tlatelolco.A casi 40 años de uno de los sucesos más cruentos en el México del siglo XX, el escritor Carlos Monsiváis corre el telón de la historia y señala en entrevista que la sociedad contemporánea tiene un “respeto distante” hacia el Movimiento Estudiantil de 1968 que, señala, fue “tan basto y cuajado de hechos trágicos y de momentos heroicos”, que permitió a la sociedad de ese entonces vivir “la confianza en sí misma, a través de una de sus representaciones esenciales: los estudiantes”.Monsiváis será uno de los protagonistas de un documental que prepara The History Channel a 40 años de lo ocurrido en México en aquel año aciago.1968 en 2008Para el autor de Días de guardar, el movimiento de 1968 “marcó el fin de la autocracia más represiva, por lo menos en la ciudad de México” y estableció “el principio del prestigio activo de la sociedad”. Esta movilización que, desde sus inicios, fue considerada por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz como una “conspiración”, en la actualidad “ya es una suerte de monumento heroico y de testimonio generacional”. Además, dice, se ha comprendido como “un movimiento nacional, defensor de los derechos humanos y civiles” y que “en ningún momento recurrió a las armas o al terrorismo”.Y, ¿cuál es el legado de lo ocurrido en 1968? Ahora, señala Monsiváis, no se encuentran las acusaciones comunes que se dirigían a los estudiantes que participaron en el 68: “alborotadores, subversivos, conspiradores, agentes del imperialismo soviético”.El movimiento del 68 —continúa Monsiváis— es muy machista; sin embargo, ahí comienza una voluntad política de las mujeres de una manera distinta.Además, señala el escritor, “le da a las multitudes un sentido crítico para recuperar el impulso de las marchas”, y ha estipulado en la vida cotidiana de esta sociedad que “es a través de la movilización pacífica con la que se logra los grandes cambios”. También, dice, es asimilado por los jóvenes como “un legado de los padres o los abuelos”, a pesar de que el movimiento “está atado, aún, a un lenguaje que hoy no diría nada y, sin embargo, preconiza y adelanta un lenguaje mucho más libre”.El 2 de octubre no se olvidaSi como dijo el escritor argentino Jorge Luis Borges “somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”, ¿qué se ha hecho después de cuatro décadas para signar en la memoria de los mexicanos el movimiento de 1968?Según Carlos Monsiváis, quedan los testimonios que conforman el libro La noche de Tlatelolco de Poniatowska, los documentales, las recapitulaciones, los poemas como el de Octavio Paz (“[…] Los empleados municipales/ lavan la sangre en/ la Plaza de los sacrificios […]”), el de José Emilio Pacheco, el de Rosario Castellanos, el de Juan Bañuelos y la decisión de que algo tan importante no se disuelva en el olvido.Y, enfatiza, “el 2 de octubre no se olvida”, como lema, “me parece uno de los momentos más afortunados del encapsulamiento de la historia en unas cuantas palabras”.Para Monsiváis, el 68 es “una expresión de la voluntad de resistencia” que, posteriormente, “no se traduce en una literatura realista ni socialista”, sino en “una voluntad de mayores libertades”. En síntesis, el movimiento estudiantil “ayudó a liberar el espíritu creativo”.© Queda expresamente prohibida la republicación o redistribución, parcial o total, de todos los contenidos de EL UNIVERSAL
Publicado por FOMENTOALALECTURAECATEPEC en
http://fomentoalalecturaecatepec.blogspot.com/2008/03/el-68-inspira-un-respeto-distante.html
lunes, 21 de abril de 2008
El 68: “Haiga sido como haiga sido”
Carlos Monsiváis¿Cómo será el 2028 el cuadragésimo aniversario del 6 de julio de 1988, el día del fraude que precipitó la caída del sistema y el ascenso irresistible al poder de Carlos Salinas? ¿Y de qué manera se han de conmemorar en 2046 los 40 años de la inmensa operación fraudulenta que ha depositado en Los Pinos, “haiga sido como haiga sido”, al autor de la frase anterior? Por lo pronto, no anticipo nada muy categórico: si los 500 perredistas asesinados en el sexenio de Salinas no han merecido la vindicación del PRD y de la izquierda, el 2006, tal como se ha visto en las recientes elecciones del IFE, fue y sigue siendo un mal, pésimo momento de la credibilidad nacional, pero la clase en el poder, siempre más económica que política, se moviliza por otros lados. Lo caido, caido; lo pasado, pasado; que vengan “los intelectuales independientes y críticos” y le echen toda la culpa a los defraudados.Mientras, se prepara el aniversario del movimiento estudiantil del 68 y del 2 de octubre. Aquí sí, por la matanza, el recordatorio será masivo y permitirá extraer lecciones sobre la memoria histórica.Las batallas contra el olvido¿Por qué el 68 persiste como fecha fundacional? Las razones de la permanencia son diversas:—El movimiento y la matanza ocurren en la ciudad de México, con varios millones de habitantes.—Los presos políticos (más de 100) son, por su valerosa denuncia, una movilización orgánica contra la impunidad.—Es abrumadora la experiencia de activistas y simpatizantes del movimiento. Al cabo de los años, los días de la lucha se vuelven el relato, el mito, la fábula de una generación.—Se producen libros que alcanzan a cientos de miles. El más difundido y de consecuencias más visibles es La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, pero también son importantes El movimiento estudiantil de México. Julio-diciembre de 1968, de Ramón Ramírez; Los días y los años, de Luis González de Alba, y un alud testimonial, en donde tiene sitio relevante El grito, el filme de Leobardo Martínez Aretche.—La poesía desempeña un papel central. Al poema de Octavio Paz (“Si una nación entera se avergüenza…”) lo siguen textos de gran resonancia de Rosario Castellanos, Jaime Sabines, Juan Bañuelos y José Emilio Pacheco. El contraste con otras represiones masivas es extraordinario, porque lo usual ha sido el silencio, excepción hecha de poemas magníficos de Efraín Huerta contra la barbarie de las fuerzas de seguridad, como Mi país, pobre país.—El lema “2 de octubre no se olvida” es de una eficacia notable, porque es la primera consigna del recuerdo asumido como deber político. Y cada año el lema vertebra las marchas, alegres y combativas, no obstante la intervención en años recientes de grupos de provocadores de “ultraizquierda”. Al relevo generacional del compromiso lo marca el “2 de octubre no se olvida”. Esto culmina con la estela conmemorativa en la plaza de las Tres Culturas.—Muy pronto se disipa el miedo a las represalias físicas, penales o laborales en caso de protesta por la matanza de Tlatelolco. Si el régimen sigue autoritario, su capacidad inhibitoria disminuye en el DF. Ya en 1971, Luis Echeverría exhibe su afán de reconciliación con los sectores del 68. Por supuesto, tal “apertura democrática” es falsa, pero la matanza es a tal punto un hecho límite que modifica el discurso y en buena medida las prácticas de la represión.En La condición humana, Arendt utiliza como epígrafe una frase de Isak Dinesen: “Todos los sufrimientos pueden soportarse si los incorporas a un relato o los haces el tema de una historia”. A lo largo de 34 años, el 68 se vuelve parte entrañable del mito fundacional: “Así comenzó la democracia, en las calles, en los mercados, en la plaza de las Tres Culturas, en el penal de Lecumberri”. Este arraigo narrativo, el atisbo entre disparos del fin del autoritarismo, atraviesa por momentos depresivos, mentiras y bravuconadas del PRI, jactancias del régimen, asimilación oficial de un segmento enorme del liderazgo de izquierda, humor repetitivo sobre “las viudas del 68”, escepticismo por la existencia misma de la justicia, creencias en “la eternidad del sistema”...Con todo, el 68 no desaparece, es la referencia interminable, el rito de tránsito de una generación que al evocarlo habita su “edad de oro”, la demanda de justicia que siempre comienza porque nunca es atendida. Y toca a los escritores y al grupo de expresos políticos insistir en lo no mítico del 68: la impunidad de los victimarios. Y los sufrimientos son parte temática de la historia de la reivindicación de la justicia.La fortaleza de la impunidad¿Qué protege del olvido histórico? Intervienen en contra de la memoria el deseo de exceptuarse del castigo que en el camino se torna complicidad involuntaria, la resignación, reflejo condicionado de lo que se considera la “impotencia” civil, y la falta de pruebas legales. Desaparecen filmaciones y fotos del 2 de octubre, incluidas las que esa misma noche transmite el noticiero Excélsior; se inhibe la difusión del material “excéntrico”, y el proceso judicial es todo menos eso. Se falsifican pruebas o ni siquiera se toman esa molestia, y no hay acceso a los archivos de Gobernación, la PGR y Secretaría de la Defensa. Todo es cortina de humo por si en el porvenir se filtran los seres inquisitivos.Al parecer, 68 está muy lejos, y la moraleja es simple: la “reparación de daños” del 68 es lo irrepetible de una matanza de civiles indefensos en la capital del país. Y —el mensaje gubernamental es preciso— ya es inútil querer el proceso legal de los responsables. ¿A quién le atañe exhibir a jueces, magistrados, jefes policiacos y militares, procuradores, secretarios de Estado? Los ex presos presentan denuncias jurídicas bien fundamentadas, y las publicaciones continúan, entre ellas, Parte de guerra, con el testimonio del general Marcelino García Barragán recogido por Julio Scherer García, que obtiene lectores pero ninguna respuesta del gobierno, que todo lo da por inaudible o inexistente.La derrota del PRI el 2 de julio de 2000 modifica el panorama. La caída del presidencialismo y el derrumbe de los aparatos de control, no exactamente lo mismo, precipitan la liberación de fuerzas y le conceden espacio —la rehabilitan por así decirlo— a la indignación moral. Así la exhumación de testimonios del 68 no se origine en un buen número de casos por motivos éticos, la recepción de fotos, declaraciones y decisiones jurídicas sí ocurre en el territorio de la ética.A las fotos de Proceso se añaden las series gráficas de La Jornada y EL UNIVERSAL. No va quedando duda: Tlatelolco es el resultado de una despiadada conspiración gubernamental. Al Ejército, que nada tenía que hacer en la represión a civiles desarmados, y ésta es la gran provocación inicial, también se le embosca. Según García Barragán, el responsable directo es el jefe del Estado Mayor, Luis Gutiérrez Oropeza; según otros, la culpa se reparte entre Díaz Ordaz, el general Gutiérrez Oropeza, el secretario de la Defensa, García Barragán, y el secretario de Gobernación, Luis Echeverría, más la responsabilidad asumida con entusiasmo por el PRI entero y los sectores del poder económico. Pero el debate se intensifica al sucederse en cadena los testimonios, entre ellos el del camarógrafo que filma esa tarde en Tlatelolco desde el edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores.No se avanza en la calificación jurídica del 2 de octubre; sí en su calificación nacional: no se olvida.
http://dechivolostamales.blogspot.com/2008/02/el-68-haiga-sido-como-haiga-sido.html
http://dechivolostamales.blogspot.com/2008/02/el-68-haiga-sido-como-haiga-sido.html
JUEGOS OLÍMPICOS DE 1968 / MOVIMIENTO ESTUDIANTIL
Como todos sabemos en nuestro país en esas épocas se vivía una fuerte represión. Se tenían problemas de estudiantes lo cuales alrededor de junio del 68 tuvieron unos disturbios. El 2 de octubre, se reunieron muchos estudiantes en la plaza de las tres culturas en Tlatelolco, dónde el gobierno intervino en esta manifestación. Hay muchas leyendas, entre las cuales dicen que la orden la dio el ex presidente Luis Echeverría. Otros dicen que los cuerpos fueron enterrados en campo militar, lo que si es cierto, es que hay una parte del campo militar del Toreo de cuatro caminos donde está prohibido por todos los motivos escarbar. Quien sabe realmente la verdad, sólo aquellos quienes vivieron esos sucesos y sobrevivieron puedes describirlos. Pero hoy en día, sólo sabemos que el 2 de octubre no se olvida y que las olimpiadas del 68, llamadas por el presidente de ese momento “las olimpiadas de la paz” ahora son recordadas con la tristeza de todas las muertes sufridas.
PLANETA BAZALDUA
En México, el uso del ejército para cubrir debilidades, errores, corrupción y abusos de la dirigencia política no fue frecuente pero tampoco raro. Ahí está la matanza de León por el ejército el 2 de enero de 1946, producto de un fraude electoral que al final no pudo sostenerse. Algo similar volvió a ocurrir en la plaza de armas de San Luis Potosí el 15 de septiembre de 1961, cuando se recurrió a la violencia para reprimir la protesta de los navistas por un fraude electoral. A la matanza que el ejército ejecutó el 30 de diciembre de 1960 en Chilpancingo le seguiría otra en Iguala y a la Asociación Cívica Guerrerense se le negó cualquier triunfo electoral; ahí se planteó la semilla de la guerrilla de Vázquez y Cabañas. El México en que actuaría esa guerrilla sería el urbano conmocionado y afectado por otra hasta el día de hoy: la masacre del 2 de octubre de 1968. A esa represión le siguió la guerra sucia de los años setentas y la decadencia del sistema priísta.Conviene recordar que no se repita el 7 de junio de 1952 cuando la protesta de los partidarios de Henríquez en la Alameda fue aplastada por los guanacos: carros blindados de la Brigada Motomecanizada, policías y soldados. Tras seis horas, con un saldo indeterminado de muertos y heridos, se impuso la verdad oficial: el triunfador era el candidato del presidente Adolfo Ruiz Cortines y no el de oposición.
http://bazaldua.blogspot.com/2008/04/masacres.html
http://bazaldua.blogspot.com/2008/04/masacres.html
Tlatelolco, día 1
No sé a ustedes, pero a mí Tlatelolco, el 2 de octubre, todavía me duele. Más o menos fui testigo del 68. Más o menos. Testigo lejano, no muy bien informado, parcial, pero testigo al fin. No lo viví cabalmente, sólo lo vi pasar a mi lado.Me duele porque los muertos duelen. Y duelen más cuando son muertos inocentes. Más cuando son muertos jóvenes. Mucho más cuando las muertes de esos jóvenes inocentes obedecieron a un sinsentido del poder, a la vil paranoia de un bruto cerril, al juego perverso de la política pueblerina que se creyó importante y arriesgada.Y el 68 me duele por partida doble porque estuve ahí sin estar cabalmente. Estuve hasta donde podía estar un niño de diez años, medianamente informado pero que, sin embargo, se emocionaba más con la televisión que con las marchas estudiantiles.Por eso siempre he querido apropiármelo. Pero siempre me ha quedado lejos.Por supuesto que he leído todo lo que se ha publicado (o casi) sobre el movimiento estudiantil de 1968. También he hablado largo y tendido con muchos participantes del movimiento, con algunos sobrevivientes de la matanza, y sigo sin entender. Ninguna explicación me satisface. Nada puede decirme por qué los mataron.***Día 1Hace casi cuarenta años, el lunes 22 de julio de 1968, empezó todo. Un hecho intrascendente se concatenó con otros no tan intrascendentes hasta acabar, poco más de dos meses después, en la matanza de Tlatelolco.En la mañana de ese lunes 22 de julio, después de un partido callejero de futbol, alumnos de la prepa particular Isaac Ochoterena protagonizaron una pelea contra estudiantes de las Vocacionales 2 y 5 del IPN. La pelea (campal, se le decía entonces a esas broncas callejeras monumentales) tuvo lugar en la Ciudadela, donde se había celebrado la cascarita.Pleitos como ese no eran infrecuentes.Aunque la Ochoterena no era propiamente una escuela de la UNAM, sí estaba incorporada a ésta; y durante muchos años se había alimentado un odio artificial entre politécnicos y pumas. Así que la bronca de ese día fue un pleito callejero más entre universitarios y burros blancos.La Isaac Ochoterena llevó la peor parte. Los alumnos de esa escuela, vapuleados, se refugiaron en su plantel (en la colonia Juárez, en Lucerna, entre Bucareli y Abraham González, a una calle de la Secretaría de Gobernación), que fue apedreado (y resultó muy dañado) por los politécnicos.Y las cosas debieron quedar ahí… pero no.En su Postdata (Obras completas, Tomo 8, México, FCE, 1993, p. 278). Octavio Paz escribió: “El movimiento estudiantil se inició como una querella callejera entre bandas rivales de adolescentes. La brutalidad policiaca unió a los muchachos. Después, a medida que aumentaban los rigores de la represión y crecía la hostilidad de la prensa, la radio y la televisión, en su casi totalidad entregadas al gobierno, el movimiento se robusteció, se extendió y adquirió conciencia de sí… Los estudiantes eran los voceros del pueblo… de la conciencia general”.
http://pueblobloguero.blogspot.com/2008/04/tlatelolco-da-1.html
http://pueblobloguero.blogspot.com/2008/04/tlatelolco-da-1.html
Retrospectiva: Tlatelolco 68
Esté año se cumplen 40 años de esta catastrofe social. Es el capítulo mas oscuro, horrorizante y silencioso de México. Traigo este pasaje a colación en espectativa a los "Juegos Panamericanos" que se realizaran en Guadalajara 2011."No queremos Olimpiadas, queremos revolución. No queremos Olimpiadas, queremos revolución.”1Este era el grito de los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en aquel lejano año de 1968. Una bazuca en la puerta de San Ildefonso, hizo que la persecución por levantar la voz se alzara para que despúes, se extinguiera con el tiempo, y la muerte. Ahora despúes de la controversia, del debate, de la lástima y de la confusión, (ni tan confundido el pueblo, ni tan tonto el gobierno). Me recuerda mucho a la situación política que vive el país hoy en día.Ahora mas que nunca estamos divididos. Somos antagonistas en cualquien aspecto. Somos indiferentes y a la vez participes. Ahora mas que nunca, huele a revolución."La imaginación al poder”, “Entre más hago la revolución, más ganas me dan de hacer el amor; entre más hago el amor, más ganas tengo de hacer la revolución”, “Prohibido prohibir”. Los estudiantes cantaban al son del corrido de Rosita Alvirez: “Año del 68, muy presente tengo yo, en un cuarto de los Pinos, Díaz Ordaz se desbieló, Díaz Ordaz se desbieló”. El gobierno perdía la paciencia: “Reconsideren, vuelvan a clases, agradézcanle al gobierno su paciencia, no se dejen engañar por los agitadores y los profetas de la destrucción”.2Frases que quedaron en la historia de México.Ahora para terminar, reconsiderar los hechos, cronicas que hacen que arda la sangre, y nasca la protesta.
Esta larga marcha (a veces jubilosa, otras aterradora porque había muertos y encarcelados) terminó en la Plaza de las Tres Culturas, el 2 de octubre de 1968, a las seis y diez de la tarde, a manos del Ejército y del Batallón Olimpia, compuesto por hombres vestidos de civil que llevaban un pañuelo o un guante blanco en la mano derecha para identificarse.En el momento en que un estudiante anunció, a las 6:10, que la marcha al Casco de Santo Tomás del Politécnico se suspendía, en vista de que 5 mil soldados y 300 tanques de asalto tenían rodeada la zona, un helicóptero sobrevoló la plaza y dejó caer tres luces de bengala verde. Se oyeron los primeros disparos y la gente empezó a correr.
–No corran compañeros, no corran, cálmense, son balas de salva.Muchos cayeron. El fuego cerrado y el tableteo de las ametralladoras convirtieron la Plaza de las Tres Culturas en un infierno. Según la corresponsal del diario Le Monde, Claude Kiejman, el Ejército detuvo a miles de jóvenes a quienes no sólo mantuvo con los brazos en alto bajo la lluvia, sino que humilló bajándoles los pantalones. Algunos golpearon desesperados la puerta de la iglesia de Santiago Tlatelolco:
–Ábrannos, ábrannos –gritaban.
Los franciscanos nunca abrieron.
Ver las imágenes del 68 es darse una idea de la magnitud del peligro. Los soldados le disparaban por detrás a la gente que llegó a los hospitales con heridas en el cuello, la espalda, los glúteos, las piernas. Antonio Carrillo Flores, entonces secretario de Relaciones Exteriores, respondió a la pregunta del regente del 68, Alfonso Coronal del Rosal, acerca del peligro en su oficina de la torre de Relaciones Exteriores, que un hombre quedó muerto sobre su propio escritorio, según relata Raúl Álvarez Garín.El mismo 2 de octubre, cuando la doctora en antropología Margarita Nolasco logró salir de la plaza, abrió la ventanilla del taxi que la llevaba a su casa y gritó a los peatones en la acera, a la altura de la Casa de los Azulejos:
–¡Están masacrando a los estudiantes en Tlatelolco! ¡El ejército está matando a los muchachos!
El taxista la reprendió:
–Suba usted la ventanilla, señora, porque si sigue haciendo esto, tendré que bajarla del coche.Él mismo cerró la ventanilla.
La vida seguía como si nada. Margarita Nolasco perdió el control. “Todo era de una normalidad horrible, insultante, no era posible que todo siguiera en calma”. Nadie se daba por enterado. El flujo interminable de los automóviles subiendo por la avenida Juárez seguía su cauce, río de acero inamovible. Nadie venía en su ayuda. La indiferencia era tan alta como la de los rascacielos. Además llovía.El 3 de octubre de 1968, los periódicos, para colmo, acusaban a los estudiantes: El Día, Excélsior, El Nacional, El Sol de México, El Heraldo, La Prensa, La Afición, Ovaciones minimizaron la masacre. El Universal habló de Tlatelolco como un campo de batalla en el que, durante varias horas, terroristas y soldados sostuvieron un combate que produjo 29 muertos y más de 80 heridos en ambos bandos, así como mil detenidos. Sin embargo, Jorge Avilés, redactor de El Universal, alcanzó a escribir: “Vimos al Ejército en plena acción utilizando toda clase de instrumentos, las ametralladoras pesadas empotradas en una veintena de jeeps, disparaban a todos los sectores controlados por los francotiradores”. Los corresponsales extranjeros se escandalizaron. “Es la primera vez en mi larga trayectoria que veo a soldados disparándole a una multitud encajonada e indefensa”, manifestó Oriana Fallaci.Dos mil personas fueron arrestadas. Los familiares anduvieron peregrinando de los hospitales a los anfiteatros en busca de sus hijos. En el Campo Militar número uno no cupo un alfiler después de tanto muchacho arrestado. Los periódicos recibieron una orden tajante: “No más información”. Informar era sabotear los Juegos Olímpicos.El 6 de octubre, en un manifiesto “Al pueblo de México” el Consejo Nacional de Huelga declaró: “El saldo de la masacre de Tlatelolco aún no acaba. Han muerto cerca de 100 personas de las cuales sólo se sabe de las recogidas en el momento: los heridos cuentan por miles”. En Posdata, Octavio Paz recogió el número que el diario inglés The Guardian consideró más probable: 250 muertos.El periodista José Alvarado escribió: “Había belleza y luz en las almas de los muchachos muertos. Querían hacer de México morada de justicia y verdad, la libertad, el pan y el alfabeto para los oprimidos y olvidados. Un país libre de la miseria y el engaño.“Y ahora son fisiologías interrumpidas dentro de pieles ultrajadas.“Algún día habrá una lámpara votiva en memoria de todos ellos.”A partir de esa fecha, muchos nos dimos cuenta de que habíamos vivido en una especie de miedo latente y cotidiano que intentábamos suprimir, pero había reventado. Sabíamos de la miseria, de la corrupción, de la mentira, de que el honor se compra, pero no sabíamos de las piedras manchadas de sangre de Tlatelolco, de los zapatos perdidos de la gente que escapa, de las puertas de hierro de los elevadores perforadas por ráfagas de ametralladora.Hoy, en 2007, a 39 años de la masacre, la ventanilla sigue cerrada. Todavía hoy, a 39 años, faltan nombres en la estela del Memorial levantado por el Comité de 1968 que encabeza Raúl Álvarez Garín. Quizá nunca sepamos el número exacto de muertos en Tlatelolco. Sin embargo, resonará en nuestros oídos durante muchos años la pequeña frase explicativa de un soldado al periodista José Antonio del Campo, de El Día:“Son cuerpos, señor...”
A 39 años, la consigna “Dos de octubre no se olvida” se grita en la marcha en la que participan jóvenes que ni siquiera habían nacido. El Comité del 68 logró llevar al ex presidente Luis Echeverría al banquillo de los acusados y hoy vive preso en su casa. Pero necesitamos que los responsables sean enjuiciados, que la historia de los jóvenes asesinados sea rescatada, necesitamos rendirles homenaje porque a ellos los mataron por creer que podían cambiar al mundo.
La matanza del 2 de octubre es una de las masacres más evidentes de los comienzos del terrorismo de Estado en América Latina. En Argentina los familiares de los desaparecidos persiguen a los culpables, señalan su casa con pintura roja de sangre. En México, no tenemos aún el número exacto de muertos ni hemos enjuiciado a los responsables.
No pretendemos hacer justicia por mano propia, pero señalar a los culpables es la única manera de que la historia no la escriban sólo los poderosos. Es la única forma de hacer más habitable un país, en el que mueren de hambre 5 mil niños al año.Es de toda justicia que Tlatelolco, ese espacio en el que cayeron universitarios y politécnicos, pertenezca hoy a la UNAM. Es de toda justicia recordar al rector Javier Barros Sierra. Es de toda justicia señalar a los responsables. En esta explanada hubo una matanza; esclarecer los hechos es el mejor homenaje que podemos rendirles a los muertos y desaparecidos. ¡Qué gran vergüenza mirar la plaza día tras día sin saber cuántos ni quiénes eran! La tarea corresponde a todo México, a cada quien desde su lugar. Es nuestro legado a los universitarios para que la atrocidad no quede impune. Si no lo logramos seguirán los criminales corrompiendo a nuestro país.
Si no hay verdad y justicia, el 2 de octubre del 68 puede asolarnos de nuevo. La universidad es la gran educadora, el barómetro moral de nuestro país, y la primera de sus enseñanzas es la ética. A partir de ella puede construirse el México que todos buscamos. Es la UNAM quien convertirá esta plaza en una lámpara votiva, como pidió José Alvarado.
Texto leído por la periodista, escritora y colaboradora de La Jornada ayer, durante la inauguración del Memorial del 68 en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco 3No es minuto de silencio; son ya 40 años de está desgracia que desean seguir manteniendola en el olvido.-------------------------------------------------------------------------------------------------Fuentes: Tlatelolco para universitarios. Versión Digital (1,2,3)http://www.jornada.unam.mx/2007/10/23/index.php?section=opinion&article=a05a1cul
Fotografía: Tlatelolco, Fotos ocultas.
http://www.camacho.com.mx/tlatelolco68/principal.html
Publicado por Edith Sánchez. en 13:49
http://deutzy8929.blogspot.com/2008/04/retrospectiva-tlatelolco-68.html
Esta larga marcha (a veces jubilosa, otras aterradora porque había muertos y encarcelados) terminó en la Plaza de las Tres Culturas, el 2 de octubre de 1968, a las seis y diez de la tarde, a manos del Ejército y del Batallón Olimpia, compuesto por hombres vestidos de civil que llevaban un pañuelo o un guante blanco en la mano derecha para identificarse.En el momento en que un estudiante anunció, a las 6:10, que la marcha al Casco de Santo Tomás del Politécnico se suspendía, en vista de que 5 mil soldados y 300 tanques de asalto tenían rodeada la zona, un helicóptero sobrevoló la plaza y dejó caer tres luces de bengala verde. Se oyeron los primeros disparos y la gente empezó a correr.
–No corran compañeros, no corran, cálmense, son balas de salva.Muchos cayeron. El fuego cerrado y el tableteo de las ametralladoras convirtieron la Plaza de las Tres Culturas en un infierno. Según la corresponsal del diario Le Monde, Claude Kiejman, el Ejército detuvo a miles de jóvenes a quienes no sólo mantuvo con los brazos en alto bajo la lluvia, sino que humilló bajándoles los pantalones. Algunos golpearon desesperados la puerta de la iglesia de Santiago Tlatelolco:
–Ábrannos, ábrannos –gritaban.
Los franciscanos nunca abrieron.
Ver las imágenes del 68 es darse una idea de la magnitud del peligro. Los soldados le disparaban por detrás a la gente que llegó a los hospitales con heridas en el cuello, la espalda, los glúteos, las piernas. Antonio Carrillo Flores, entonces secretario de Relaciones Exteriores, respondió a la pregunta del regente del 68, Alfonso Coronal del Rosal, acerca del peligro en su oficina de la torre de Relaciones Exteriores, que un hombre quedó muerto sobre su propio escritorio, según relata Raúl Álvarez Garín.El mismo 2 de octubre, cuando la doctora en antropología Margarita Nolasco logró salir de la plaza, abrió la ventanilla del taxi que la llevaba a su casa y gritó a los peatones en la acera, a la altura de la Casa de los Azulejos:
–¡Están masacrando a los estudiantes en Tlatelolco! ¡El ejército está matando a los muchachos!
El taxista la reprendió:
–Suba usted la ventanilla, señora, porque si sigue haciendo esto, tendré que bajarla del coche.Él mismo cerró la ventanilla.
La vida seguía como si nada. Margarita Nolasco perdió el control. “Todo era de una normalidad horrible, insultante, no era posible que todo siguiera en calma”. Nadie se daba por enterado. El flujo interminable de los automóviles subiendo por la avenida Juárez seguía su cauce, río de acero inamovible. Nadie venía en su ayuda. La indiferencia era tan alta como la de los rascacielos. Además llovía.El 3 de octubre de 1968, los periódicos, para colmo, acusaban a los estudiantes: El Día, Excélsior, El Nacional, El Sol de México, El Heraldo, La Prensa, La Afición, Ovaciones minimizaron la masacre. El Universal habló de Tlatelolco como un campo de batalla en el que, durante varias horas, terroristas y soldados sostuvieron un combate que produjo 29 muertos y más de 80 heridos en ambos bandos, así como mil detenidos. Sin embargo, Jorge Avilés, redactor de El Universal, alcanzó a escribir: “Vimos al Ejército en plena acción utilizando toda clase de instrumentos, las ametralladoras pesadas empotradas en una veintena de jeeps, disparaban a todos los sectores controlados por los francotiradores”. Los corresponsales extranjeros se escandalizaron. “Es la primera vez en mi larga trayectoria que veo a soldados disparándole a una multitud encajonada e indefensa”, manifestó Oriana Fallaci.Dos mil personas fueron arrestadas. Los familiares anduvieron peregrinando de los hospitales a los anfiteatros en busca de sus hijos. En el Campo Militar número uno no cupo un alfiler después de tanto muchacho arrestado. Los periódicos recibieron una orden tajante: “No más información”. Informar era sabotear los Juegos Olímpicos.El 6 de octubre, en un manifiesto “Al pueblo de México” el Consejo Nacional de Huelga declaró: “El saldo de la masacre de Tlatelolco aún no acaba. Han muerto cerca de 100 personas de las cuales sólo se sabe de las recogidas en el momento: los heridos cuentan por miles”. En Posdata, Octavio Paz recogió el número que el diario inglés The Guardian consideró más probable: 250 muertos.El periodista José Alvarado escribió: “Había belleza y luz en las almas de los muchachos muertos. Querían hacer de México morada de justicia y verdad, la libertad, el pan y el alfabeto para los oprimidos y olvidados. Un país libre de la miseria y el engaño.“Y ahora son fisiologías interrumpidas dentro de pieles ultrajadas.“Algún día habrá una lámpara votiva en memoria de todos ellos.”A partir de esa fecha, muchos nos dimos cuenta de que habíamos vivido en una especie de miedo latente y cotidiano que intentábamos suprimir, pero había reventado. Sabíamos de la miseria, de la corrupción, de la mentira, de que el honor se compra, pero no sabíamos de las piedras manchadas de sangre de Tlatelolco, de los zapatos perdidos de la gente que escapa, de las puertas de hierro de los elevadores perforadas por ráfagas de ametralladora.Hoy, en 2007, a 39 años de la masacre, la ventanilla sigue cerrada. Todavía hoy, a 39 años, faltan nombres en la estela del Memorial levantado por el Comité de 1968 que encabeza Raúl Álvarez Garín. Quizá nunca sepamos el número exacto de muertos en Tlatelolco. Sin embargo, resonará en nuestros oídos durante muchos años la pequeña frase explicativa de un soldado al periodista José Antonio del Campo, de El Día:“Son cuerpos, señor...”
A 39 años, la consigna “Dos de octubre no se olvida” se grita en la marcha en la que participan jóvenes que ni siquiera habían nacido. El Comité del 68 logró llevar al ex presidente Luis Echeverría al banquillo de los acusados y hoy vive preso en su casa. Pero necesitamos que los responsables sean enjuiciados, que la historia de los jóvenes asesinados sea rescatada, necesitamos rendirles homenaje porque a ellos los mataron por creer que podían cambiar al mundo.
La matanza del 2 de octubre es una de las masacres más evidentes de los comienzos del terrorismo de Estado en América Latina. En Argentina los familiares de los desaparecidos persiguen a los culpables, señalan su casa con pintura roja de sangre. En México, no tenemos aún el número exacto de muertos ni hemos enjuiciado a los responsables.
No pretendemos hacer justicia por mano propia, pero señalar a los culpables es la única manera de que la historia no la escriban sólo los poderosos. Es la única forma de hacer más habitable un país, en el que mueren de hambre 5 mil niños al año.Es de toda justicia que Tlatelolco, ese espacio en el que cayeron universitarios y politécnicos, pertenezca hoy a la UNAM. Es de toda justicia recordar al rector Javier Barros Sierra. Es de toda justicia señalar a los responsables. En esta explanada hubo una matanza; esclarecer los hechos es el mejor homenaje que podemos rendirles a los muertos y desaparecidos. ¡Qué gran vergüenza mirar la plaza día tras día sin saber cuántos ni quiénes eran! La tarea corresponde a todo México, a cada quien desde su lugar. Es nuestro legado a los universitarios para que la atrocidad no quede impune. Si no lo logramos seguirán los criminales corrompiendo a nuestro país.
Si no hay verdad y justicia, el 2 de octubre del 68 puede asolarnos de nuevo. La universidad es la gran educadora, el barómetro moral de nuestro país, y la primera de sus enseñanzas es la ética. A partir de ella puede construirse el México que todos buscamos. Es la UNAM quien convertirá esta plaza en una lámpara votiva, como pidió José Alvarado.
Texto leído por la periodista, escritora y colaboradora de La Jornada ayer, durante la inauguración del Memorial del 68 en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco 3No es minuto de silencio; son ya 40 años de está desgracia que desean seguir manteniendola en el olvido.-------------------------------------------------------------------------------------------------Fuentes: Tlatelolco para universitarios. Versión Digital (1,2,3)http://www.jornada.unam.mx/2007/10/23/index.php?section=opinion&article=a05a1cul
Fotografía: Tlatelolco, Fotos ocultas.
http://www.camacho.com.mx/tlatelolco68/principal.html
Publicado por Edith Sánchez. en 13:49
http://deutzy8929.blogspot.com/2008/04/retrospectiva-tlatelolco-68.html
Se recuerda la masacre, pero no el movimiento: Perelló
De cuatro meses de huelgas estudiantiles, manifestaciones y un discurso libertario y antiimperialista, México tan sólo recuerda la masacre del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, diez días antes de empezar los Juegos Olímpicos.El recuerdo "es reducido a la masacre, hay memoria de la represión, pero no del movimiento (estudiantil), del discurso no queda nada", dijo a la agencia francesa de noticias AFP Marcelino Perelló, entonces miembro del Comité Nacional de Huelga (CNH) que dirigió el movimiento de estudiantes mexicanos."La magnitud de la represión fue la magnitud del movimiento", afirma Perelló.Éste “inscribe dentro de la gran movilización mundial: la guerra de Vietnam, el apoyo a Cuba y a las formaciones de guerrilla de América Latina. Era un movimiento libertario, antirrepresivo, que no luchaba para la democracia, sino por la libertad", añade.No está claro exactamente cuántas personas murieron o resultaron heridas en aquella noche del 2 de octubre. El memorial erigido 25 años después en la Plaza de las Tres Culturas entre una iglesia y un yacimiento arqueológico azteca lleva inscritos 20 nombres, pero está también dedicada "a muchos otros compañeros cuyos nombres y edades aún no conocemos".El número estimado de víctimas varía según las fuentes: entre 150 y 200 según la embajada de Estados Unidos, unos 150 según el CNH. El diario británico The Guardian, tras una investigación cuidadosa, eleva la cifra a 325 muertos y miles de heridos.La matanza "sigue como un capítulo abierto. No hubo veredicto, los responsables no fueron condenados", comenta también a la a AFP José Buendía, presidente de la fundación Prensa y Democracia. "Hoy no hay significado político, se queda como una herida abierta, un asunto moral, una bandera contra la impunidad".El presidente de entonces, Gustavo Díaz Ordaz, murió. Tras la victoria en 2000 del Partido de Acción Nacional (PAN), que puso fin a más de 70 años en el poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el gobierno de Vicente Fox nombró un "fiscal para los delitos del pasado" que dejó a todo el mundo insatisfecho.Para Marcelino Perelló, el PAN utilizó Tlatelolco contra el PRI al poner bajo arresto domiciliario poco antes de las elecciones de 2006 al ex presidente Luis Echeverría Álvarez, quien era secretario de Gobernación cuando ocurrió la masacre."No hay todavía justicia", se escandaliza Raúl Álvarez Garín, también miembro del CNH.Álvarez Garín ya no tiene muchas ganas de hablar de aquel día, cuando se encontraba en la Plaza de las Tres Culturas pero, como activista de Frente Nacional contra la Represión, mantener la memoria de la masacre de Tlatelolco le brinda argumentos para luchar contra el gobierno actual que, según él, sigue utilizando la represión para acallar los movimientos sociales.De los 210 miembros del CNH, 80 fueron arrestados el 2 de octubre. Raúl Álvarez Garín fue condenado a 16 años de cárcel aunque fue liberado "ilegalmente", sin revisión de su juicio, según el militante, tras dos años y siete meses de detención.Marcelino Perelló huyó a París a principios de 1969 para regresar a México en 1985. Es profesor de matemáticas en la UNAM y forma parte de esa brillante generación de intelectuales siempre activa en México, marcada por el movimiento del 68.Tlatelolco, dice Perelló, "surgió a partir de una provocación" y evidenciaba "una fractura dentro del aparato de Estado la víspera de los Juegos Olímpicos".Perelló apoya la tesis de que fueron disparos de francotiradores, ligados a la guardia presidencial, contra los soldados, lo que desencadenó el tiroteo.El 12 de octubre, diez días después, se inauguraron los Juegos mediante una suelta de palomas de la paz.
http://codigotlatelolco.blogspot.com/2008/04/se-recuerda-la-masacre-pero-no-el.html
http://codigotlatelolco.blogspot.com/2008/04/se-recuerda-la-masacre-pero-no-el.html
Suscribirse a:
Entradas (Atom)